viernes, 4 de marzo de 2011

Life is hard enough when you belong here.


cuando tenía catorce años y era una asquerosa depresiva retraída soberbia suicida lesbianita enamorada enclosetada, idealizaba mucho a la droga. creía que era esta cosa maravillosa que te alejaba de la realidad y del sufrimiento. y era mía. sabía que sería mi mejor amiga en un futuro cercano. un día de casa sin padres, llegué de noche y encontré a mi hermano viendo telé, y armándose un porro. y me senté con él y fumamos. Además del terrible dolor de garganta, empecé a temblar mucho y empecé a considerar cosas que nunca había vivido, como ataques de pánico. Mi hermano me tranquilizó y se me pasó. Me dijo que ponga sonic youth y cada vez que apretaba un botón del aparato se me olvidaba la banda. Y fue media hora de olvidos y risas.

Unas semanas después compré y en una plaza a la mañana con mi amiga fumamos. Y no hablamos. No nos reímos. Entramos a un bar y pedimos ir al baño. El baño era chiquito, tenía la pileta y el espejo y otra puerta que daba al inodoro. Y las puertas del inodoro y la de entrada/salida eran iguales. Mientras esperaba a mi amiga me preguntaba qué pasaría si al abrir la puerta para salir nos encontráramos con otro inodoro*. Fue una idea que me vino por venir, y se fue apenas salí. La olvidé en cinco minutos. Unas horas después me despedí de mi amiga y me fui a casa. Cuando llegué, la casa estaba sola. y ahí estaba, con mi piedra y mis sedas y volví a fumar. de pura manija, de pura nada, fumé para hacerme la no se qué. Y fumé mucho, y muy rápido. Me acosté en la cama y supongo que me dormí. Soñé con mucho ruido y mi cuerpo se despertó antes que mi cabeza. Estaba sentada en mi cama moviendo las manos, y quería despertarme. Pero ya estaba despierta… qué problema. Cuando me di cuenta de esto me asusté mucho y empecé a golpear todo lo que tenía enfrente. Golpeé las paredes y me golpeé la cara. Y lo sentía, era real, pero el ambiente de sueño no se iba y algo pasaba, todo se movía, yo volvía a caer como en un sueño y cuando me daba cuenta y me asustaba volvía a los impulsos violentos. Me levanté rápido de la cama y enfoqué mi vista en un paquete de galletitas que había llevado a radiohead unos días antes. Era rojo y brillante. Y como una película que se traba y comienza mil veces, quedé atrapada en el paquete de galletitas. No había más en el mundo que esa imagen, ni siquiera estaba yo. Aparecía y desaparecía y aparecía y volvía a desaparecer. Y sentí la desesperación, como haber encontrado el inodoro en la puerta de salida… Estaba pasando lo que tanto temía de chica… Cuando era chica no entendía a la muerte, no entendía cómo podía ser que mi cabeza tuviera fin. A algún lugar tenía que ir… Y me imaginaba a oscuras en un ataúd. Para mi la muerte era eso. Estar viva en la oscuridad. Y me daba mucho miedo. Bueno, entonces el paquete de galletitas era el resto de mi vida. Iba a pasar la eternidad dentro de él, viva, conciente, para siempre. Empecé a gritar, porque quería volver, porque no podía ser. Y grité mucho, porque en esa realidad no existían los vecinos ni nada parecido. Hasta que me moví, y el paquete desapareció, y mi cuarto se movió y el mundo seguía.

Recordé que había fumado (porque ni siquiera entendía qué estaba pasando) y como pude abrí la puerta y bajé las escaleras. Agarré el teléfono y después de mil intentos di con el número del trabajo de mi padre. Atendió él y me tranquilicé porque no solo había vuelto a la vida sino que también estaba hablando con otro ser humano. Le mentí, diciéndole que me había bajado la presión y que necesitaba ayuda. Me dijo que le iba a avisar a Richard, un amigo-vecino. La peliculita en mi cabeza había parado, ya todo estaba quieto. Llegó Richard y le conté todo lo que me había pasado. Me retó porque él también quería fumar y no le avisé. Nos sentamos en el sillón y todo empezó a pasar de nuevo, Richard se iba al techo y por abajo aparecía otro Richard. Y me hablaba el de abajo cuando yo todavía estaba tratando con el de arriba. Me puse a llorar y Richard me hizo de comer. Subí a mi cuarto, que daba vueltas, y llamé por teléfono a mi amiga para que me ayudara. Me dijo que durmiera, que se me iba a pasar. Pero a mi me daba mucho miedo dormir. Comí y le agradecí mil veces (literalmente) a Richard por su ayuda y me tiré en la cama. Rascarse la pierna era todo una locura, te rascabas y recibías el estímulo con delay. Hasta que todo dejó de moverse otra vez, y todo se calló. Había estado toda la tarde con un zumbido fuertísimo en mi cabeza y no estaba enterada. Fue terrible para mi pobre cabeza y tardé una semana en recuperarme del miedo. Mi cabeza recreaba todo el tiempo el alejamiento de las cosas y el alejamiento de mi cabeza. Esa experiencia, por más simplona que parezca fue un antes y un después en mi vida. Antes de eso era una chiquita normal, que vivía en sociedad y lo más importante para mí era si en el día había saludado o no a la piba que me gustaba. Y bueno, ahora…

*(Todos los derechos de mi flash reservados, nada de cortos ni de cuentos con esto)

(¿)

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